jueves, enero 12, 2006

THE WALL STREET JOURNAL

Las farmacéuticas buscan inspiración en la naturaleza

January 12, 2006 4:05 a.m.
Por Peter Landers


TOKIO — Akira Endo se demoró dos años en encontrar una substancia que redujera el colesterol, durante los cuales preparó miles de caldos de cultivo de moho. Su hallazgo, derivado de un moho parecido al que crece en las naranjas, se transformó en la primera de un tipo de medicinas que hoy genera US$25.000 millones anuales para la industria farmacéutica.

El descubrimiento en 1973 de la primera estatina contra el colesterol fue relegado a la obscuridad, junto con el nombre del doctor Endo. El biocompuesto del científico japonés tiene la misma estructura química básica de los tres fármacos más populares que se recetan para combatir el colesterol: Zocor, Pravacol y Mevacor.

"Cada vez que el punto de partida es una molécula natural, nos estamos basando en tres mil millones de años de selección natural", explica Sir James Black, quien desarrolló el primer betabloqueador para tratar condiciones cardíacas, además de un medicamento contra las úlceras en los años 60 y 70. Pero esta estrategia fue desestimada durante mucho tiempo por los laboratorios, que se abocaron a la producción de químicos artificiales, desconocidos en la naturaleza.

En el último tiempo, las farmacéuticas han tratado de usar la decodificación del genoma humano para descubrir las principales causas de las enfermedades y descubrir sus curas. Pero la mayoría de estos esfuerzos aún no ha rendido fruto. Algunas de las principales farmacéuticas del mundo hacen frente a un estancamiento de los ingresos y la caída de las ganancias.

Ahora, los productos naturales empiezan a ponerse de moda. Una de las grandes esperanzas de los pacientes con esclerosis múltiple es una droga de Novartis AG, actualmente sometida a pruebas clínicas. El fármaco se basa en un químico presente en un hongo llamado cicada vegetal.

Medicinas basadas en químicos que se extraen de lagartos, como el monstruo de Gila, y murciélagos están en períodos de prueba o, en algunos casos, ya han llegado al mercado.
"El péndulo está volviendo a oscilar. Lo que estuvo tan de moda en los últimos años no dio resultados", sentencia Ian Paterson, especialista de la Universidad de Cambridge en productos naturales y consultor de la industria farmacéutica.

Akira Endo ahora cuenta con 72 años. Nació en una granja al norte de Japón y recuerda cómo su abuelo le enseñó sobre los hongos que crecían en el lugar. Desde niño se sintió fascinado por las variedades venenosas que mataban a las moscas, pero no a los humanos, y se maravillaba de que una substancia natural pudiera tener un efecto tan sutil. Siendo adolescente le tocó presenciar el enorme impacto que tuvo en la vida de millones de personas el descubrimiento de dos derivados naturales, la penicilina y la estreptomicina.

Alexander Fleming descubrió la penicilina cuando al volver de vacaciones se encontró con que una de las dos placas con bacterias que dejó antes de irse tenía moho mientras que en la otra las bacterias habían desaparecido. Para millones de personas, estas medicinas marcaron la diferencia entre la vida y la muerte.

Al egresar de la universidad, Endo entró a trabajar a Sankyo, una farmacéutica de Tokio. Cuenta que en sus inicios investigó cerca de 250 variedades de hongos, hasta que encontró una que producía una enzima que reducía el exceso de pulpa en los jugos de fruta.

El producto fue un éxito y en 1966 su compañía le permitió ir al Albert Einstein College, de Nueva York, a continuar su investigación sobre el colesterol. En esa época ya había drogas que lo combatían, pero producían severos efectos secundarios. Se sabía que era importante inhibir una enzima crucial en la producción de la sustancia, por lo que Endo pensó en identificar entre los hongos uno que pudiera bloquear esta enzima que el organismo necesita para producir colesterol.

Se sabía de memoria los experimentos que se hicieron con la penicilina y la estreptomicina y en la universidad había devorado la biografía de Fleming traducida al japonés. Sabía que los hongos necesitan colesterol para mantener sus células unidas. Y era probable que alguna variedad hubiera desarrollado una substancia que eliminara la enzima, para privar a las bacterias enemigas del colesterol necesario. De vuelta en Japón, persuadió a su compañía a que lo apoyara en su iniciativa. Le asignaron un químico y dos asistentes. A partir de abril de 1971, empezaron a probar la capacidad inhibidora de miles de variedades en la enzima que obtenían de hígados pulverizados de ratas.

Después de 6.000 pruebas, dieron con la que buscaban: "Era una apuesta, como ganarse la lotería", asegura. Endo dice que jamás ganó un centavo por su hallazgo. En 2004, ya jubilado, al someterse a un examen descubrió que tenía el colesterol alto, el cual redujo simplemente haciendo más ejercicio.

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