miércoles, octubre 12, 2005

DINERO (Venezuela)
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Carlos Delgado Flores

El desarrollo social es buen negocio

La responsabilidad social empresarial es más que mecenazgo y filantropía: es un compromiso de ética empresarial por mejorar el desarrollo social (sea sustentable, endógeno o de cualquier otro signo) y una inversión que genera dividendos contables e incontables. DINERO comienza con este trabajo una serie dedicada a revisar el comportamiento de las inversiones que las empresas realizan en las áreas de educación, cultura, salud y gestión ambiental, como contribución al desarrollo del capital social

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ni es una moda ni un invento de las relaciones públicas o el mercadeo para mejorar la imagen de una empresa: es una nueva manera de emprender --que en realidad es la vieja manera-- con ética y compromiso con la comunidad.

No se trata de mera filantropía, o de la decisión de patrocinar o ser mecenas de algo para obtener beneficios en la relación con el Fisco, sino de algo más importante: la construcción de confianza por parte de la empresa para con los empleados, pero también con la comunidad. El concepto moderno de responsabilidad social se enmarca además en un proceso de toma de conciencia de las distancias entre la acción social del Estado y la de las empresas, para eliminarlas, debido a la evidente insuficiencia del Estado para resolver los urgentes problemas sociales actuales.


Asimismo, dentro de una nueva conciencia empresarial de ir más allá del cumplimiento de sus deberes laborales, incorporando mejoras en los beneficios sociales para los trabajadores, pero también involucrándose en un compromiso ético con una multiplicidad de actores, que contribuyan a la solución de diversos problemas sociales, tanto en el ámbito interno de la empresa como en el de su entorno comunitario y social, ganando una nueva legitimidad para la acción empresarial.

La responsabilidad social de la empresa es una combinación de aspectos legales, éticos, morales y ambientales, y es una decisión voluntaria, no impuesta, aunque exista cierta normatividad frente al tema: iniciativas individuales, gremiales nacionales e internacionales, como el documento Haciendo lo correcto: políticas y normas de ética en el negocio y conflicto de intereses (Petrozuata, 2003) o Libro verde para fomentar la responsabilidad social de las empresas (Unión Europea, 2001).

Cuánto cuesta.


El desempeño de la responsabilidad social de la empresa ya no debe ser visto como un gasto social que merma la rentabilidad de la empresa. Hay estudios que evidencian que las empresas reconocidas por su desempeño social son más competitivas que las indiferentes al tema de la responsabilidad social, y sus productos son más aceptados en el mercado por la simpatía que ésta despierta como "ciudadano corporativo".

Un estudio de la organización Bussiness Social Responsability (BSR Education Fund: 2000) demuestra que la práctica de la responsabilidad social está asociada con una variedad de aspectos que contribuyen a un mayor beneficio para la empresa, tales como: mejoramiento de la ejecución financiera, reducción de costos de operación, mejoramiento de la imagen y la reputación, incremento de las ventas y de la lealtad de los clientes, incremento de la productividad y la calidad, incremento de la habilidad para atraer y retener empleados, reducción de la vigilancia regulatoria, acceso a capitales, cambio de expectativas de los accionistas frente al negocio, incremento del interés del cliente y las cadenas de responsabilidad social de los suplidores, creciente presión de los grupos de interés social (stakeholders) y de las demandas del público por un incremento de información.

De allí que pueda afirmarse que si se concibe la responsabilidad social como una filosofía de gestión empresarial inscrita en sus políticas, procesos y operaciones, el costo final de ésta es reducido y la ganancia, estructural, con una tasa de retorno favorable aunque, no siempre directa sobre el core business de la empresa.

La sociedad civil reconoce, cada día más, que las empresas consideradas exitosas no son necesariamente aquellas que generan las mayores ganancias económicas para sus accionistas, sino las que demuestran su liderazgo a través del exitoso manejo de los aspectos sociales, generándose en el consumidor la idea de que una empresa exitosa es una empresa socialmente responsable.

Cómo se mide.


Desde la década de los 70, cuando las primeras empresas europeas comenzaron a contabilizar sus inversiones en responsabilidad social --como Singer en Francia, en 1972, y Steag en Alemania, en 1973--, hasta el presente, se ha logrado avanzar en la elaboración de metodologías para medir la efectividad de la RSE en la creación de valor agregado en la empresa.

Una de ellas es el balance social, el cual es un instrumento que considera los aspectos contables y no contables de la inversión empresarial en responsabilidad social, ello en virtud de que la eficiencia de la empresa en el manejo de sus finanzas no sólo determina la rentabilidad económica del negocio y la calidad del servicio o producto que entrega, sino también el nivel y la calidad del cumplimiento de su responsabilidad como actor social.

En Venezuela, Venancham y la Fundación Escuela de Gerencia Social promueven el empleo del balance social para planificar la RSE por parte de las empresas, cualquiera sea su tamaño. Los indicadores económicos que lo integran permiten conocer el valor absoluto de la inversión social dirigida al trabajador, a su familia y a la comunidad, e igualmente:

El valor relativo de la inversión social a partir de la comparación con la utilidad neta del ejercicio y el capital social de la empresa.
El nivel de eficiencia del gasto a través de indicadores de:

Costo por servicio y/o bien social entregado.
Costo por persona atendida.
La relación costo-beneficio de los programas de capacitación, adiestramiento y/o formación.
La relación costo-beneficio de los programas preventivos de la empresa.

Estos indicadores se reflejan en el balance social (según el diseño que del mismo han realizado la Fundación Escuela de Gerencia Social y Venancham, con base en experiencias) en los siguientes ítems de informe:

Porcentaje de la inversión social total con relación a la utilidad neta del ejercicio.
Porcentaje de la inversión social total con relación al capital social de la empresa.
Porcentaje de la inversión total en programas sociales internos anual con relación a la utilidad neta del ejercicio.
Porcentaje de la inversión total en programas sociales internos anual con relación al capital social de la empresa.
Porcentaje de la inversión social externa total con relación a la utilidad neta del ejercicio.
Porcentaje de la inversión social externa total con relación al capital social de la empresa.
Costo unitario de la inversión social interna.
Costo unitario de la inversión social dirigida a la comunidad.

Los indicadores que tienen como base de cálculo la utilidad neta de la empresa, también pueden ser calculados con base en la utilidad en operaciones, las ventas o las nóminas. Esto aplica especialmente en aquellos casos de empresas que no hayan tenido utilidad neta durante su ejercicio económico.

Eso en cuanto al costo y en cuanto al desempeño, las variables a ser consideradas poseen dos dimensiones en relación con la empresa: interna y externa. En la dimensión interna se analiza información relevante sobre las siguientes variables:

Caracterización sociodemográfica de los trabajadores.
Relaciones laborales en la empresa.
Desarrollo del personal.
Programas sociales dirigidos a los trabajadores, sus familiares y jubilados.
Programas de salud ocupacional.
Participación e integración del personal.
Y en lo que respecta a la dimensión externa, se consideran las siguientes variables:

Calidad y servicios.
Relaciones interinstitucionales.
Inversión social dirigida a la comunidad.
Medio ambiente.

No siempre una empresa desarrolla todas estas áreas, más bien la tendencia es a la especialización, en el caso de las PYME, y de la constitución de redes de áreas de atención diversas, en las grandes corporaciones, en virtud de que su impacto social es mayor y más diversificado.

La RSE fomenta el capital social.


El concepto de capital social ocupa un lugar central en las agendas de los organismos multilaterales de desarrollo (OCDE, BID, CAF, entre otros) por mucho más que un error de cálculo. Francis Fucuyama es de la idea de que una de las causas del "fracaso" del Consenso de Washington (las reformas "neoliberales" en pro de la liberalización de la economía) no fue porque se hubiera aplicado de modo incompleto, sino porque no se tomó en cuenta el capital social.

Si bien no hay un concepto único de capital social, Robert Putnam, uno de sus principales postuladores, lo define como el conjunto de normas, reglas y valores éticos y sociales que permiten la interrelación y colaboración entre individuos y grupos. Otra definición la propone el mismo Fucuyama: el capital social son normas o valores compartidos que promueven la cooperación social. Dentro de esta perspectiva, el capital social es una manera utilitaria de mirar la cultura, la cual tiende a considerarse como un fin en sí misma o como una forma de expresión creativa, pero también desempeña un papel funcional muy importante en toda sociedad, ya que es el medio por el cual grupos de individuos se comunican y cooperan en una gran variedad de actividades.

En los países que presentan altos niveles de desigualdad y pobreza, los costos de los bienes públicos a menudo se concentran, mientras que sus beneficios se dispersan. Con frecuencia, esta situación conduce a los países con elevados niveles de pobreza a invertir de manera insuficiente en bienes públicos e impulsa a los más privilegiados a sustituir los bienes públicos por privados. A medida que aumenta el capital social colectivo de un país, sus instituciones gozan de una mayor aceptación general y mejora la capacidad de negociación e intercambio. Por el contrario, en los países que tienen redes limitadas y desconectadas de capital social, las instituciones formales son reemplazadas por instituciones informales que dependen de relaciones personalizadas, cuyas posibilidades de intercambio son más reducidas. La dependencia de las instituciones informales a menudo genera corrupción, dando espacio a una distribución desigual de los beneficios y al colapso del intercambio organizado.

De allí que el capital social sea uno de los pilares para la construcción de ciudadanía y de gobernabilidad democrática y que del tipo de relación que se establece con el capital social colectivo dependerá, o bien el fomento de diversos tipos de clientelismo, o el afianzamiento de la sinergia social

Si bien la responsabilidad social empresarial suele concebirse como voluntariado empresarial (o como fomento del voluntariado de los empleados), en la medida en que hay ética en sus definiciones y prácticas, se convierte en una alternativa para el desarrollo del capital social, en virtud de los ámbitos donde las inversiones en RSE tienen lugar, los cuales suelen ser:

Económico-funcional: producción de bienes y servicios que la comunidad necesita, creación de empleos, capacitación, seguridad e higiene en el trabajo.
Calidad de vida: relaciones con los trabajadores, clientes o proveedores, preservación del medioambiente o nivel general de vida.


Inversión social: resolución de problemas de la comunidad con recursos de la empresa en materia de educación, cultura, deporte, arte, etcétera.

RSE en educación, cultura, salud y medio ambiente.


Se sabe que las mayores inversiones en responsabilidad social empresarial en Venezuela están en educación, cultura, salud y medio ambiente. Por una parte, porque se trata de las áreas de mayor incidencia social de la acción empresarial (aun cuando la gestión del medio ambiente haya sido el área donde inicial y tradicionalmente hayan invertido en RSE las grandes empresas o las compañías petroleras, dado el impacto que su operación genera), por la otra, porque efectivamente, la inversión estatal o es insuficiente o tiene serias deficiencias en la administración.

Educación y salud son las áreas de inversión social más costosas para el Estado y en las cuales invierte una mayor proporción relativa de los recursos. Educación representa 17,58 en el presupuesto 2005 y 44 por ciento del gasto social. Salud, por su parte, causa 15 por ciento del gasto social y 7,78 por ciento del presupuesto fiscal. Pero la redistribución de estos recursos es poco menos que precaria: $ 230 anuales per cápita por educación y $ 124 anuales por salud

En la última década, la inversión pública en cultura, por su parte, es situada por el sociólogo Carlos Guzmán C. en un monto de 496.877 billones de bolívares, lo que equivale a 0,40 por ciento del Presupuesto Nacional, considerado también históricamente. Ha habido crecimiento financiero, pero no significa "que el Estado venezolano haya superado la irracionalidad en la distribución de los recursos, la deficiencia estructural y operativa en su administración, la dispersión de los recursos presupuestarios asignados a la acción cultural pública, el esquema de desorganización en la administración centralizada, la duplicidad de esfuerzos y difusión de responsabilidades, la falta de coordinación inter e intrasectorial, así como regional de los organismos culturales, o su crecimiento un tanto anárquico. Los estudios, diagnósticos, censos y encuestas que se han realizado desde 1972 han señalado como conclusión tajante una disipación financiera acentuada y por agregado, poca correspondencia entre la inversión del gasto cultural y los resultados obtenidos hasta el presente." Para 2005, el presupuesto oficial en esta área monta los 370 millardos de bolívares, que representa 0,91 por ciento del Presupuesto Nacional y un estimado per cápita de $ 8,20 anuales.

La gestión ambiental estatal, por su parte, dispone de 798 millardos para 2005, que representa 1,20 por ciento del total del Presupuesto Nacional y supone una disponibilidad per cápita de $ 15 anuales.

Ahora bien, el Producto Interno Bruto para 2005, se estima que estará cercano a los 224 billones de bolívares (104 millardos de US$). El ingreso per cápita, a su vez, en US$ 4.341, y las estimaciones de crecimiento de la economía se ubican cercanas a 5 por ciento del PIB.

Y las preguntas son inevitables: ¿en cuánto tiene que crecer la inversión en salud, educación, cultura y gestión ambiental para que los indicadores de desarrollo humano muestren una mejoría que los haga corresponderse con el volumen propio de la economía?.


¿Cuánto tiempo llevará eso? ¿Cuánto de ese monto le podría corresponder al sector privado a través de iniciativas de RSE?

En las entregas sucesivas de esta serie analizaremos las inversiones de las empresas venezolanas en estas cuatro áreas de incidencia para el desarrollo sustentable: educación, cultura, salud y gestión ambiental, empleando en lo posible los criterios de valoración del balance social, así como la contribución de la empresa a generar capital social.

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