martes, diciembre 19, 2006

Un escándalo de corrupción amenaza los planes de reestructuración de Siemens

The Wall Street Journal

December 19, 2006 4:05 a.m.
Por Mike Esterl

FRANCFORT—Cuando asumió la presidencia ejecutiva del conglomerado alemán Siemens AG a inicios de 2005, Klaus Kleinfeld, un maestro en la recuperación de empresas, prometió revolucionar la compañía.

Casi dos años más tarde, el pasado atormenta a Kleinfeld, quien está bajo una intensa presión. Una amplia investigación sobre sobornos y lavado de dinero ha puesto a la directiva de la compañía en el centro de atención pública y amenaza con desbaratar su agresiva estrategia de reestructuración.

La mayor empresa de ingeniería de Europa informó la semana pasada que detectó transacciones sospechosas por un valor de casi US$500 millones en un lapso de siete años. Esta cifra es el doble de la que entregaron las autoridades alemanas en noviembre tras una masiva redada policial a las oficinas y hogares de varios empleados de Siemens.

Los fiscales de Alemania, Italia y Suiza sospechan que altos funcionarios de Siemens estaban operando una compleja red de cuentas bancarias secretas y que falsificaban contratos de consultoría para sobornar a potenciales clientes. A medida que la investigación avance, Siemens corre el riesgo que más ejecutivos y empleados enfrentan arrestos. Si las autoridades concluyen que Siemens no hizo suficientes esfuerzos por impedir el supuesto ardid —o que la alta gerencia incluso lo consintió— la compañía podría convertirse en blanco de costosas demandas y enfrentar la prohibición de participar en los lucrativos contratos del sector público.

La investigación se ha centrado en supuestas irregularidades en la división de telecomunicaciones, una unidad con problemas financieros que Kleinfeld ha querido desmantelar para impulsar las ganancias.

Los fiscales dicen que Kleinfeld no es un sospechoso sino un testigo en la investigación. Pero el escándalo representa el mayor obstáculo que ha enfrentado hasta ahora el ejecutivo de 49 años. Kleinfeld pasó gran parte de los últimos meses lidiando con las críticas por un inoportuno aumento salarial y una venta de activos que generó severas protestas de políticos y sindicalistas.

Todo ello también ha suscitado dudas sobre si hubo un descuido en la administración de la
empresa, la que factura más de US$100.000 millones al año.

Los crecientes desafíos que Kleinfeld enfrenta al mando de una compañía con 159 años de historia subrayan la dificultad de ejecutar un cambio radical en una corporación alemana, donde los ejecutivos con frecuencia tienen sus manos atadas por una cultura de consenso y de fuertes tradiciones. En el caso de Siemens, el reto puede ser aún mayor, ya que la empresa está inmersa en enormes proyectos de infraestructura en todo el mundo y ha enfrentado una serie de acusaciones de corrupción relacionadas a sus prácticas de ventas a nivel internacional.

En una conferencia telefónica la semana pasada, Kleinfeld dijo a los inversionistas que en los últimos años Siemens ha reforzado las medidas de transparencia en sus proyectos. Sin embargo, reconoció que las transacciones sospechosas que se han descubierto son "bastante asombrosas" y que Siemens necesita hacer más. "Quiero ser cien por ciento claro en una cosa: la gerencia tiene una política de tolerancia cero", aseveró.

De niño maravilla a 'arruinador'

Aunque su puesto no está en peligro inminente, Kleinfeld enfrenta críticas públicas cada vez más fuertes, lo que contrasta con la situación que vivía hace sólo dos años cuando una revista alemana le dedicó una portada con el título de "Niño maravilla".

Kleinfeld, quien no quiso ser entrevistado, se crió en el entorno de la clase trabajadora en los astilleros de Bremen, en el norte de Alemania. Su carrera corporativo alcanzó niveles de estrellato en Nueva York. Entre 2002 y 2003 lideró la unidad estadounidense de Siemens, una división , que arrojaba pérdidas. Bajo su mando, la unidad volvió a la rentabilidad después de que cerrara algunas divisiones y redujera 10.000 puestos de trabajo. En 2005, el ejecutivo asumió la presidencia ejecutiva de Siemens en Munich, reemplazando a Heinrich von Pierer, y prometió que todas las divisiones de la empresa —la que produce desde turbinas de vapor y escáneres médicos a trenes bala y bombillas— cumplirían ambiciosas metas de márgenes de ganancia para mediados de 2007.

La actual ola de insatisfacción con su desempeño comenzó en septiembre, cuando los empleados descubrieron que Kleinfeld y otros miembros de la junta administrativa iban a recibir un aumento salarial de 30%. Pocos días más tarde, BenQ Mobile, la división de aparatos celulares que Siemens había vendido un año antes, se acogió a la protección de las leyes de bancarrota.

Los sindicalistas acusaron a Siemens de no haberse esforzado lo suficiente para proteger a los 3.000 empleados alemanes durante el proceso de venta de la unidad. Las repercusiones políticas no se hicieron esperar y el periódico sensacionalista más vendido de Alemania colocó una foto de Kleinfeld en su portada junto al título: "El arruinador".

Para calmar la tormenta, Kleinfeld y su equipo cancelaron el aumento salarial y crearon un fondo de compensación de US$26,75 millones para los trabajadores que perdieron su empleo en BenQ, a pesar de que la unidad ya no pertenece a Siemens.

Después, los problemas empeoraron. En noviembre, en respuesta a investigaciones locales y en
otros países, la policía alemana organizó una redada a 30 oficinas y casas de empleados y ex empleados de Siemens. Confiscaron 36.000 documentos y varios sospechosos están en la cárcel mientras la investigación trata de determinar hasta qué dónde llegó la corrupción. Siemens dice que está cooperando con las autoridades y atribuye las irregularidades a "actos individuales", agregando que aparentemente el ardid está confinado a la división de redes de telecomunicaciones.

Un factor que complica la situación de Kleinfeld es el papel que ocupó en la división que está en el centro del escándalo. Después de volver de Estados Unidos a Munich en 2004, estuvo a cargo de supervisar la filial de telecomunicaciones, un puesto que ocupó durante nueve meses antes de asumir la presidencia ejecutiva.

A pesar de la incertidumbre, los inversionistas todavía no han abandonado el barco. Muchos creen que Kleinfeld está tomando las medidas adecuadas y que la ganancia neta de la empresa continuará creciendo gracias a las iniciativas de reestructuración.

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