miércoles, junio 28, 2006

THE WALL STREET JOURNAL

Buffett revoluciona la filantropía,
pero es poco probable que tenga muchos seguidores

June 28, 2006 4:05 a.m.
Por Alan Murray

Incluso antes de que esta semana se anunciara la decisión de Warren Buffett de donar una gran parte de su fortuna a la Fundación Bill y Melinda Gates, se solía hacer referencia a Bill Gates como el "mayor filántropo del mundo". Ahora es probable que ése sea su epitafio.

Pero el título en realidad le corresponde a Buffett. Gates, después de todo, está siguiendo un camino muy conocido. Pero Buffett está iluminando un sendero nuevo. Está donando su inmensa fortuna a la fundación de otra persona, no está pidiendo que graben su nombre en la puerta e insiste en que el dinero se gaste a medida que entra, en lugar de acumularlo para las generaciones venideras y así, generar un cierto indicio de inmortalidad.

Es el clásico Buffett: una decisión de inversión fría, sin emociones ni egocentrismo. Ha acudido a la fundación que considera la mejor de su clase para donar su dinero. Y ha evitado el principal problema de las fundaciones familiares: mantener la atención y el objetivo una vez desaparecen los fundadores (como el caso de Ford), insistiendo en que el dinero se gaste mientras Bill y Melinda Gates vivan.

La lógica aquí está muy clara. Se aferró a su riqueza durante todo el tiempo que fue posible porque pensaba que él podría aumentar ese capital más rápidamente que nadie. Ahora quiere gastarlo velozmente, porque opina que Bill y Melinda Gates lo gastarán más sensatamente que cualquier grupo de fiduciarios que él o ellos puedan escoger para el futuro.

Si otros siguieran su camino, podrían revolucionar el mundo de la filantropía. Las fundaciones competirían en un mercado y el capital fluiría hacia aquellos que demuestren ser más eficaces.
¿Pero se hará esto realidad? Perdónenme, pese a esta ola de generosidad, por tener mis dudas. En la conferencia de prensa del lunes, un reportero sugirió el nombre de la persona que podría pensar en adoptar la misma estrategia de Buffett: Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York.


Bloomberg ha expresado su interés en vender la compañía de información financiera que creó y usar los beneficios para fines filantrópicos. Pero éste es también el hombre cuya compañía se llama "Bloomberg". En pocas palabras, el alcalde Bloomberg ha pasado toda su vida construyéndose monumentos a sí mismo. ¿De veras alguien piensa que va a dejar pasar la oportunidad de crear una fundación que conserve ese nombre mucho tiempo después de su muerte? Yo no.

Bloomberg, por supuesto, no es insólito. Buffett sí. Su estrategia abnegada lo ha convertido en un revolucionario de la filantropía. Yo creo que será el único.

Otro nombre sorprendente que surgió durante la rueda de prensa fue el de Joel Klein. Antes de que Bill Gates cruzara la frontera de pecador a santo, Klein era el hombre clave del Departamento de Justicia de Estados Unidos en la acusación del caso antimonopolio contra Microsoft. En la actualidad, es superintendente de las escuelas de la ciudad de Nueva York, y receptor de la generosidad de Gates.

Melinda Gates le dedicó palabras calurosas al antiguo torturador de su esposo y a sus esfuerzos por aumentar las tasas de graduados en las escuelas de la ciudad.

Pero merece la pena preguntarse si el indómito esfuerzo de Gates podría crear problemas en el mundo de la filantropía. La Fundación Gates, con la ayuda de Buffett, será cinco o seis veces más grande que su rival más cercano. ¿Necesita el mundo de la beneficencia una regulación sobre competencia?

Todavía no. Aunque la de Gates es muy superior a otras fundaciones privadas, su fundador necesitaría un pelotón de Warren Buffetts antes de alcanzar la influencia de, digamos, el Banco Mundial, con unos activos totales superiores a US$200.000 millones.

Tal y como indicó el propio Gates el lunes, incluso contando con el dinero de Buffett, los subsidios anuales de la fundación agregarán poco más de un dólar por cada persona que vive en la pobreza en el mundo.

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