jueves, abril 20, 2006

THE WALL STREET JOURNAL

Mineros del Amazonas devuelven a la atmósfera el mercurio reciclado en EE.UU.

April 20, 2006 4:05 a.m.
Por John J. Fialka

CHELSEA, Maine — En un día reciente, en el nordeste de Estados Unidos, John Miville metió su mano bajo el capó de una destartalada camioneta Ford de 1995 y arrancó un conector eléctrico. En su interior había una cápsula del tamaño de una bala, que tiró en un balde de plástico blanco rotulado "Basura Tóxica".

Listo. Miville, que desarma vehículos para una vendedora de autopartes, estaba ayudando al estado de Maine a implementar una de las más estrictas leyes de reciclaje de mercurio de EE.UU. El metal almacenado en el interior de la cápsula es uno de los contaminantes más tóxicos del mundo. La ley de Maine busca evitar que el producto alcance el aire y el agua del estado, sacándolo de los autos viejos antes de que lleguen a la fundición. "Lo único que sé es que es un veneno", dice Miville. Lo que desconoce es que, de todos modos, el metal puede acabar contaminando la atmósfera.

En vez de ser eliminado del medioambiente, el mercurio reciclado en EE.UU. suele viajar por una cadena de procesadores e intermediarios que actúan en secreto, sin respetar la regulación, y casi siempre acaba en minas de oro primitivas de lugares como Brasil y otros países de América Latina, África y Asia.

En Creporizão, en el estado brasileño de Pará, mineros compran frascos de mercurio reciclado en tiendas a lo largo de calles polvorientas. Luego los utilizan para extraer oro del suelo rocoso. El proceso envía el metal a la atmósfera, donde puede dar la vuelta al mundo hasta cuatro veces antes de aterrizar en lugares como los aparentemente protegidos lagos de Maine.

En los últimos años, se ha formado un consenso entre empresarios, científicos y políticos de que el mercurio es peligroso. Usado con cuidado, el metal es relativamente inofensivo, pero puede convertirse en una amenaza si entra en la atmósfera por medio de emisiones industriales y se deposita sobre lagos y océanos. Ahí, bacterias transforman el metal en una sustancia que se acumula en las plantas, luego en peces y en las personas que comen ese pescado. Ingerido en grandes cantidades, el mercurio puede afectar la audición, la vista, el equilibrio y el control muscular. Los expertos discuten sobre en qué nivel el metal pasa a ser considerado peligroso.

También hay un debate sobre cuánto del mercurio en peces viene de fuentes naturales, como los volcanes.

Nadie puede precisar cuánto mercurio viaja de EE.UU. a los países mineros, porque no hay un registro oficial. El Departamento del Interior de EE.UU. calcula que el país exportó 278 toneladas en 2004 a países como México, Vietnam, Perú y Brasil.

Bruce J. Lawrence, presidente de Bethlehem Apparatus Co., está entre los comerciantes que obtienen mercurio de programas de reciclaje de estados estadounidenses. Dice que vende el metal a distribuidores. Uno de los clientes principales de Lawrence es Harold Masters, director gerente de una compañía de Londres llamada Lambert Metals International Ltd.

Masters dice que después de comprar mercurio de Lawrence y de otras empresas de reciclaje de EE.UU., lo almacena en lugares como Rotterdam, en Holanda, y Amberes, en Bélgica. Luego, lo despacha a clientes en todo el mundo, incluyendo una cantidad significativa a Brasil.

Los frascos vendidos por el distribuidor terminan en almacenes en las cercanías de Rio de Janeiro o São Paulo, dicen fuentes del sector. En Brasil, los importadores de mercurio necesitan un documento que compruebe que el metal se destinará a un cliente industrial o médico, según el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables, o Ibama. La ley prohíbe el uso de mercurio en métodos primitivos de minería de oro, dice la agencia.

Según Ibama, más de un tercio del mercurio se envía a empresas que dicen que lo utilizarán en empastes odontológicos. Marcello M. Veiga, un brasileño que es el consultor jefe sobre mercurio para el Programa de Desarrollo Industrial de Naciones Unidas, dice que recientemente compró mercurio en una farmacia en Jacobina, en el estado de Bahia. "Nadie me preguntó nada", comenta.

En 1994, cinco años después de que el gobierno brasileño impuso la exigencia de documentación, el Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicas publicó un estudio diciendo que el mercurio importado para fines legítimos "es revendido informalmente, sin control. La mayor parte se destina a minas de oro".

Y eso se refiere sólo a las importaciones reguladas. Autoridades de la ONU y de los gobiernos de Brasil y EE.UU. creen que hay un canal paralelo de mercurio que fluye hacia la región amazónica, a través de contrabandistas internacionales. Las mismas rutas se usan para contrabandear oro fuera de Brasil, evadiendo impuestos. Según cálculos oficiales, Brasil importó 43 toneladas de mercurio el año pasado. Victor Zveibil, del Ministerio de Medio Ambiente, estima que la región amazónica recibe por lo menos 130 toneladas de contaminación por mercurio anualmente, el triple de la cantidad del metal que se importa de manera legal.

"Tenemos fronteras tan extensas y tantos garimpos (lugares de extracción rudimentaria de oro) que sabemos que la policía no es capaz de controlarlos", dice Zveibil. "El país está trabajando con la policía de países vecinos para encontrar formas de contener el contrabando", agrega.
El proceso estándar usado por los mineros es romper los minerales con oro hasta convertirlos en polvo; después, con una pala, tiran ese polvo a una corriente de agua sobre placas de cobre cubiertas con mercurio. Como el mercurio tiene una fuerte atracción con los metales, se pega a las placas y captura las partículas de oro, formando una amalgama con 40% de mercurio y 60% de oro.

El siguiente paso es quemar esa amalgama, lo que libera el mercurio a la atmósfera y eleva la proporción de oro en la mezcla. Veiga, quien fue testigo del proceso, dice que los mineros de oro, entre ellos mujeres y niños, "se quedan cerca, mirando la quema". Para refinar aún más el oro, el procedimiento se repite en las tiendas que compran el metal, y que deberían usar filtros para contener el vapor de mercurio. "Ninguno parece funcionar bien", dice un estudio del Ministerio da Ciencia y Tecnología.

Los habitantes de Creporizão reaccionan con recelo cuando gente de fuera hace preguntas sobre el mercurio. En una zona de extracción de oro en la selva, Joel Silva Araújo, de 67 años, dice que ya no usa el metal. "Separamos al oro a través de la gravedad", dijo, con ironía. Jean Baptista Bezerra, que tiene una tienda de compra de oro, dice que los mineros ahora calientan la mezcla de mercurio en una retorta cerrada, lo que significa que pueden reducir las emisiones. "Las personas se preocupan por el precio y la salud", observa.

Pero dos puertas más adelante, el dueño de una de las tiendas de artículos de minería muestra un frasco de 28 kilos de mercurio. Él y otro comerciante compran el mercurio y lo revenden a mineros en pequeños tubos de 100 ó 200 gramos.

El comerciante pidió que su nombre se mantuviera en el anonimato. "Esto está prohibido", dijo, apuntando al frasco.

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