lunes, septiembre 05, 2005

Innovación como una vía de responsabilidad social
El Global (5 de septiembre, 2005)
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La comunicación y percepción pública de la innovación han dejado de ser preocupaciones exclusivas de un círculo reducido de investigadores sociales para formar parte del discurso político y empresarial.

En concreto, la industria farmacéutica ha tomado conciencia de su importancia a raíz de la crisis de imagen que atraviesa el sector. Las compañías más veteranas reconocen que no han sido capaces de transmitir al ciudadano el "valor del medicamento".

Mientras tanto, la nueva empresa biotecnológica, originada en muchos casos desde el sistema público de I+D, podría beneficiarse de una percepción pública más positiva, ligada a las connotaciones filantrópicas de la ciencia y el entorno académico.Sin embargo, la biotecnología sanitaria afronta sus propios retos de relación con el público.

Dichos retos son atribuibles, por una parte, al carácter extremadamente innovador de sus productos y por otra, a su vinculación con otras aplicaciones tecnológicas en sectores dispares (agricultura, alimentación, bioprocesos) que multiplican los mensajes, canales y audiencias a considerar. La complejidad es todavía mayor en el entorno europeo donde una interpretación distorsionada del "principio de precaución" por parte de las autoridades, y los déficits históricos de comunicación desde la industria y las instituciones científicas ralentizan la llegada de algunas aplicaciones biotecnológicas al mercado.

Afortunadamente, el debate de los alimentos "transgénicos" no parece haber tenido un impacto apreciable en el desarrollo de fármacos "transgénicos", pero debe hacernos reflexionar sobre lo que ocurre cuando el consumidor final (o el 'prescriptor') no perciben el valor de la innovación. Todo esto ocurre en un contexto de mayor exigencia desde la esfera pública a la industria, a quien se reclama una implicación, más allá de los intereses mercantiles.

Esta toma de conciencia ha inspirado el fenómeno de "Responsabilidad Social Corporativa" (RSC), una actitud voluntariamente asumida por algunas compañías que trata de conciliar crecimiento y competitividad con preocupaciones sociales y medioambientales.La interpretación RSC de la misión de la empresa parece, a priori, fácil de incorporar en un sector como el biofarmacéutico, orientado a obtener beneficios (valor económico) para los accionistas, mediante actividades que repercuten en la generación de conocimiento útil (valor social).

De hecho, algunos de los principios que guían una política de RSC, como los que inspiran el código hipocrático, están profundamente arraigados en la práctica médica y farmacéutica desde la antigüedad. También podemos encontrar referencias "socialmente responsables" en acontecimientos más recientes de las historia de la biotecnología: en 1975 la conferencia de Asilomar (EEUU) reunió a expertos de todo mundo, conscientes del potencial de la ingeniería genética, para autorregular de forma voluntaria la investigación en biología molecular.

Además de mantener el espíritu de Asilomar y seguir haciendo las cosas de acuerdo con el principio de precaución (garantizando la eficacia y seguridad de los productos), la industria biofarmacéutica debe reivindicar un papel diferencial que distingue a toda actividad innovadora: los productos y servicios se consumen, pero el conocimiento que se genera en una empresa permanece y puede ser compartido.

En la actualidad, la protección de la propiedad intelectual e industrial, garantiza el uso universal del conocimiento y sus aplicaciones a la vez que premia el esfuerzo de aquellos que lo han generado. Si bien las patentes restringen temporalmente los derechos de explotación de una invención, garantizan que a largo plazo todas las innovaciones empresariales pasen a formar parte del patrimonio cultural de la humanidad. El sistema de propiedad industrial, lejos de limitar el flujo de ideas, permite que éstas puedan ser compartidas por los expertos y evita alternativas basadas en el secreto industrial que, por cierto, fueron comunes en el ejercicio de la medicina y en el uso del arsenal terapéutico disponible por chamanes y curanderos hasta no hace mucho tiempo.

Es difícil valorar la contribución de la moderna industria biofarmacéutica al acervo cultural de nuestra sociedad frente al conocimiento arcano sobre la salud acumulado por las diferentes tradiciones. Sin embargo, nadie puede poner en duda el éxito global de un programa científico que, aunque no ha logrado reducir las diferencias entre Norte y Sur, ha contribuido en el último siglo a una mejora en la esperanza y calidad de vida media de la humanidad superior a la conseguida en los 10.000 años precedentes.

Trasladar al público estas evidencias debe formar parte de la estrategia de cualquier empresa innovadora en el sector. Si queremos contar con el apoyo de los ciudadanos debemos hacer un esfuerzo en explicar los procesos y los resultados de la I+D a un público que quiere saber cómo funcionan las cosas y cuánto cuesta conseguirlas.

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